CULTURA EN LA ERA DIGITAL

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Un reciente estudio de Cadem y la agencia digital Jelly,  llamado “El Chile que viene”, indaga sobre el uso de los chilenos en las redes sociales.  Entre otras cosas,  refuerza la preferencia por Instagram en las generaciones Z y Millenials, la caída de Facebook entre los más jóvenes  y Whatsapp como el medio transversal de mayor usabilidad. Todos canales digitales e interactivos. Así nos estamos comunicando hoy.

Complementariamente, las formas de relacionarnos con las marcas y servicios también van variando. Ya no es necesario ir hasta un supermercado para hacer las compras de la casa. Cornershop lo hace por nosotros, en una relación personalizada y cercana.  Tampoco tenemos que salir a la calle para tomar un taxi. Cabify o Uber nos van a buscar, nos trasladan por la ruta más eficiente y podemos confirmar los tiempos y el valor del viaje de manera instantánea y transparente.  Y si quisiéramos hablar con alguna autoridad, ya no es obligación conseguir el teléfono de la secretaria y disponernos a una burocracia insoportable. Hoy, estamos a un solo twit de quién queramos. Lo digital está terminando con las jerarquías.

Digo todo esto, porque si en el mundo nos estamos relacionando de una manera más horizontal, ágil y transparente, al interior de las compañías y organizaciones deberíamos apuntar a lo mismo.  Quien se relaciona a diario con las redes sociales y la tecnología, no tendría por qué soportar en su lugar de trabajo trámites eternos para tener su liquidación de sueldo,  esperar días para poder conversar con su jefe o enterarse de todo a través de una revista corporativa que llega tarde y descontextualizada.

Hay varias empresas que han estado avanzando en este sentido.  Algunas ya han incorporado redes sociales internas (Workplace, por ejemplo) o aplicaciones propias, para poder llegar a todas las personas, a través de los celulares. Y eso está bien. Explorar en nuevas formas, está muy bien.

Pero existe aquí otra mirada – más profunda y desafiante- que nos permitirá funcionar mejor en el contexto de la transformación digital. Me refiero a cómo fortalecemos nuestra cultura para enfrentar los cambios que estamos viviendo.  En esto la literatura es clara. Donde usted consulte, se repetirán los conceptos de flexibilidad, colaboración, apertura al cambio, innovación y, sobre todo, poner al cliente al centro. No hay dudas de que por ahí va el camino. Pero, ¿Cuán preparadas o determinadas están las compañías y sus líderes en intervenir, seriamente, su propia cultura?

Hay aspectos generacionales y la propia rigidez del pensamiento, la que hacen difícil una aventura como esta. Además, como en todo cambio, debemos estar dispuestos a la incertidumbre, a tolerar los errores, a aprender, a formarnos y a soltar poder.  De alguna manera, un cambio cultural supone que hay algo que debemos perder o dejar de hacer. Y eso siempre generará miedo y resistencia.

Pero en un contexto como el actual, es prioritario y casi una cuestión de sobrevivencia, adaptar las formas de trabajo a lo que demandan actualmente las personas, nuestros clientes y, claro que sí, nuestros colaboradores.  Habrá que hacerse cargo. 

Matías Carrasco R-T
Director General de Cuentas